10 jun 2007

Sobre cumbres y contra-cumbres

El capitalismo es una relación social y no una ciudadela de poderosos. Es partiendo de esta banalidad que se puede afrontar la cuestión de las cumbres y contra-cumbres. Representar el dominio capitalista y estatal como una especie de cuartel general (ya se trate del G8 , de la OMC o de cualquier organismo similar) es funcional a quien quisiera oponer a este centro directivo otro centro: las estructuras políticas del llamado movimiento o, mejor, sus portavoces.
Es funcional, en suma, a quienes proponen simplemente un cambio del personal dirigente. Esta lógica,aparte de ser reformista en su esencia y en sus finalidades, resulta colaboracionista y autoritaria en los métodos, en cuanto lleva a centralizar la contestación. De ahí el interés, para estos siniestros opositores tan ansiosos de hacerse escuchar por los “amos de la tierra”, de gastar dinero y publicidad política en las cumbres en las cuales cada vez con más frecuencia se dan cita los poderosos con sus comparsas.
Que en el curso de estas cumbres se formalicen simplemente decisiones tomadas en otra parte no turba ciertamente a los diversos representantes de los foros sociales: por otra parte su oposición es del todo formal, consistiendo a lo sumo en seminarios de pago en los cuales se demuestra que el neoliberalismo está equivocado y la humanidad tiene razón, o bien, para los más espabilados, en alguna performance combativa oportunamente orquestada con la policía. Por otra parte, ¿Cómo podría ser real una contestación subvencionada por las instituciones, representada por concejales y parlamentarios, y protegida por los enterradores históricos del movimiento obrero? La paradoja es que se llama a la gente a la calle en nombre de otro mundo posible, en el intento de que…no suceda absolutamente nada.
Cada vez que una masa más o menos oceánica se desplaza plácidamente, vigilada a distancia, se grita que es una gran victoria del movimiento. No obstante estos pacificadores sociales saben muy bien que su capacidad para situarse como interlocutores de las instituciones no depende tanto del número de personas que lleven a la calle (millones de manifestantes contrarios a la última agresión militar contra Iraq no han causado gran preocupación a los gobiernos implicados en la guerra), sino de la fuerza de mediación y represión que logren poner en práctica –o justificar –contra toda rebelión social.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

un buen llamado a despertarse
copado el texto

C dijo...

genial!

C dijo...

(uy eso sono re bala. pero es cierto. basta, no me miren mientras soy re bala)

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